jueves, 10 de junio de 2010

¿GAYTOLICISMO? II. EL CATECISMO

   Es indudable que hay quienes sienten un deseo irrefrenable de caer bien a los demás y manifiestan un afán enfermizo en reinventar lo que no les encaja. En el caso de los "gaytólicos", se dan y agravan ambas conductas.
Por un lado, sienten una necesidad religiosa obsesivo-compulsiva que, en occidente, solo creen poder saciar recurriendo a los estereotipos pueriles de sus recuerdos infantiles del judeocristianismo. Y de estos recuerdos, de esa idea que para ellos ha de ser el cristianismo, no tiemblan a la hora de mentir, manipular y, sobre todo, engañarse así mismos, con tal de encajar su puzzle (la doctrina cristiana y sus sentimientos homosexuales), a base de mutilar todas las piezas para salirse con la suya. Que hay que ensamblarlas a martillazos, no importa, el ruido de los golpes me ayudara a no escuchar a quienes me lo critiquen.
De todos son conocidas las referencias bíblicas hacia la homosexualidad, cuestión esta que por muchos debates que suscite, no dejará de ser un engorro insalvable para los gaytólicos y un argumento incuestionable para sus detractores, y esto es así por mucho que busquemos en sesudos diccionarios de hebreo bíblico o griego clásico, cómo manipular las palabras para ver si a través de otras acepciones podemos plagiar al autor, engañar al lector y recomponer el texto evitando el ridículo.
Que la homosexualidad está penada por el AT, por el NT, por los primeros Apóstoles y Padres de la Iglesia, no nos cabe la menor duda.
  El saulismo (lo que hoy algunos quieren llamar cristianismo) llegó al poder en Roma en el s. IV e. a. (de la era actual), tras la victoria del emperador Constantino (vinculado al dios Yahweh bajo un pacto) sobre Majencio (defensor de los Cultos Clásicos) en el Puente Milvio. Tras su victoria, Constantino legitimaría el saulismo con el edicto de Milán (313 e. a.) y lo consolidaría con el Concilio de Nicea (325 e. a.). De ahí, hasta la hegemonía sauliana como religión oficial del Imperio, otorgada por Teodosio I en 380 e. a., solo fue un paso apenas enturbiado por el emperador Juliano (alias El Apóstata) que moriría asesinado -por cristianos), tres años después de llegar al trono. Pues bien, ya en el año 390 e. a., tenemos constancia oficial de que el saulismo condena a la hoguera a los homosexuales, no como condena religiosa, sino legal, punible, como delito social.
Como podemos observar, no perdieron mucho el tiempo. Quizá sea junto a las leyes de mantener la esclavitud y de exigir el servicio militar obligatorio, una de las primeras injerencias jurídicas saulianas.
Como podemos observar, el judeocristianismo, desde siempre, ha mantenido inequívocamente su repudia y condena de la homosexualidad, y no desde mucho tiempo después como los gaytólicos pretenden hacernos creer. No es cosa nueva, no es una moralidad localizada, no es ajena la homofobia en la Iglesia. Siempre fue así.
Y ahora, después de tanto tiempo, de tanto dolor, llegan un grupo de homosexuales y nos dicen que la Iglesia nos ama, nos acepta, nos comprende y nos admite... Y ahora, nuevamente, volvemos a decir lo que dijimos hace 1.600 años: mienten, no nos aceptan, nos odian profundamente y sólo se valen de nosotros para sus propios intereses.
Que la Iglesia actual, la de hoy, con sus líderes al frente, nos considera corruptos, enfermos y apestados, siempre pecadores, no es cosa de hombres (ya sean sacerdotes, pastores, obispos o papas), no es cosa de personas que dicen tal o cual sandez contra nosotros, como cuando el papa actual nos tacha de enfermos a los que hay que separar de la docencia y no permitirnos fundar familias ni adoptar o tutelar niños, no, ni tan siquiera cuando el Vaticano vetó una propuesta de Francia para exigir la despenalización de la homosexualidad. Van mucho más allá, sigue manteniendo desde sus textos más descafeinados esa misma opinión negativa y sucia de nosotros.
Y el ejemplo lo tenemos en el "nuevo" Catecismo de la Iglesia Católica. El mismo que algunos gaytólicos muestran orgullosos para demostrarnos lo queridos que somos por sus clérigos. Pero claro, lo que no hacen es difundir todo el texto, sino la parte que les conviene, y por ello, me permito escribir todo el capitulo que habla de nosotros, y que lo encuadra muy "oportunamente" bajo el título de: CASTIDAD Y HOMOSEXUALIDAD, como si ya desde el principio nos estuviera "enseñando" por el camino que quieren llevarnos, por la única salida que tenemos para que nos permitan existir:
CASTIDAD Y HOMOSEXUALIDAD
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. "Persona humana" 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana."
Y ahora, con el texto completo, con las palabras justas -o sea, todas-, ¿puede venir algún gaytólico a convencernos de que la Iglesia sauliana no es homófoba, de que la homosexualidad tiene un sitio entre ellos, de que la aceptan?... por poder, pueden, y espero que vengan, que nos expliquen con sus diccionarios de castellano esta vez, qué narices han querido decir en este texto, porque amig@s, aquí no hay lenguas muertas, sino muy vivas, y muy viperinas, todo sea dicho.
Para los que sólo sabemos leer, para aquellos que no tenemos ni idea que cada palabra esconde a la vez su definición y la opuesta según los intereses de quien la enseñe, osea para quienes no somos judeocristianos, estos párrafos no dejan lugar a dudas, son decididamente homófobos, abiertamente contrarios a la aceptación de la homosexualidad, y desgraciadamente contumaces en cuanto a su visión y objetivos.
Para empezar, nos iluminan directamente sobre el camino a seguir... castidad y homosexualidad, como si la homosexualidad fuese una orientación afectiva abocada al fracaso, como si por el hecho de tener piernas se nos castigara a no andar, como si nuestro derecho a elegir nuestra forma de vida afectiva y sexual, acabase irremediablemente en frustrarnos ese derecho. Ni tan siquiera te dejan otras opciones, como las que Saulo y otros Padres de la Iglesia daban a sus "ovejas"... no forniques, pero si lo haces, cásate. No, aquí van mas lejos, que ni los quieren casados, porque es abominación, pero tampoco frailes ni monjas, sino "fraijas", una nueva casta de laicos con voto de castidad y Biblia en mano, aislados de la sociedad y del mundo, de la vida, de su vida, para redimir hasta el final de sus días el terrible estigma de haber sido diferentes a la mayoría.
Y no les importa que seas bueno, casi santo, eso es lo de menos, no cuenta, eres homosexual y por lo tanto da igual lo que hagas, naciste con el pecado, el otro pecado original, ese del que no nos hablan, que es amar y querer de modo "no convencional". Un pecado que ni tan siquiera la sangre de Cristo, la del sacrificio del Hijo de Dios, ha sido capaz de borrar de nuestras frentes. Ya  su Dios perdonó a la mujer y por ende a toda la humanidad a costa de sacrificar a su Hijo, pero a lo que se ve no hay más Hijos que mandar, y el homosexual queda calvo, patizambo, como Saulo, indefenso ante los "errores" de su Creador.
Pobres "fraijas", seguidores de un culto que les niega y repudia, que aconseja su "reparación" y enseña su mal ejemplo. Monstruos de feria, casta de parias obligados a cargar con el "otro" pecado original, que se muestran dóciles y siempre prestos a explicarnos a todos, con su ejemplo, que la Iglesia y su Dios les acepta, que por pecadores, no han de ser ellos mismos, han de vivir la vida de otros, y qué mayor muestra de amor y comprensión, de servicio a la comunidad y a Dios, ésta...
Ni tan siquiera reconocen en la homosexualidad el derecho a querer y amar, solo la intención, la inclinación sexual, la necesidad de fornicar, esa pecaminosa y abyecta necesidad de sentir placer, de darlo y recibirlo, de comunicarse. Esa sucia tara que destaca por encima de los peores instintos y vergüenzas humanas, más allá del latrocinio y las guerras, de la intolerancia y la sangre inocente, siempre está, cual pérfida luminaria, el sexo, y si ya es de homosexuales, peor. Pues qué peor que el sexo sin amor, sin continuidad, sin querencia... ¿cómo van a permitir entonces, un matrimonio obsceno que les retire tal argumento? ¿Desde dónde partirán para explicar lo intrínseco deporneia y homosexualidad, si se aman, se quieren, se casan y forman familias estables? No y no. No a sus bodas, no a su sexualidad, no a su vida... no a nada.
Siglos y matanzas, hogueras y libros no han valido para encontrar un origen, una cura, una razón, un sentido al sinsentido de "su" creación, de "su" Creador. Y como se saben desarmados por la ciencia y la historia, por los hechos, nos dicen que aún se ignora "en gran medida" su origen, que aún permanece inexplicado, como si en gran medida  fuera una advertencia, un recurso, una voluntad de echarse atrás tan sólo para coger impulso.
La homosexualidad es per se una depravación, dice o manda decir su Dios, e intrínsecamente desordenada, reconviene su tradición, porque es contraria a la ley natural, como si ellos, fabrica de vírgenes, castos, eremitas, esquizofrénicos, monógamos endogámicos y represores de la sexualidad, fueran "lo natural". Como si ahora su doctrina creacionista ejerciera su potestad como defensora del evolucionismo, como si fuéramos idiotas que no supiéramos lo que de "natural" tienen ellos. Ya solo falta que quienes se ríen del mono y ensalzan el barro y la costilla, venga también a enseñarnos lo que es o no natural en la naturaleza, como si alguien ignorase que la homosexualidad no se ha creado en ningún laboratorio, ni divino ni humano, y que es orientación, no mutación. Como si fuera natural la braga de clavos y antinatural las caricias, como si el placer necesitara cánula y el cilicio un complemento de nuestro cordón umbilical.
No, definitivamente la homosexualidad no es natural, no es complementaria afectiva y sexualmente... ¿y qué sabrán ellos de cómo complementar las posturas, cuales se complementan y cuales no? bueno, seguramente mucho, que la Iglesia haya sido la mayor Madame de la Europa medieval alguna razón les dará ¿no?... Qué va, ni eso, no pasan del misionero, mirando hacia otro lado y sufriendo por que no llega la eyaculación, que no el orgasmo... estos son nuestros santos sexólogos.
Y después de tanto proponer despropósitos, de decirnos que es depravación, desórden, antinatural, reprobable, inaceptable.... van y nos dicen que no se marginen, que se les acepte y acoja... maldita doble moral judeocristiana ¿Les creerá alguien? a parte de los gaytólicos, de la Orden de los Frayjas, me refiero.
Ahora si, cuando se subliman, es en el último párrafo, que enlazan con el título... la salida está en la castidad forzosa.. ¡ole y ole por su ley natural! Es que te dejan sin palabras, tanto hipocresía, cinismo y desvergüenza hieren, por que si lo que van a explicarnos con su acostumbrada verborrea, es lo de que nuestra virtud está en la castidad forzosa, o en el peor de los casos y siguiendo la recomendación sacerdotal de que si non caste, caute, si no puedes evitarlo, pues, al menos que no te vean, si eso es todo su dogma, si no dan más de sí, me gustaría transcribirles las palabras de Filipo II de Macedonia, tras derrotar al temible Batallón Sagrado, compuesto exclusivamente por pareja homosexuales, en la batalla de Queronea (338 a. e. a.):
     "Que perezcan los que propalan que esta gente ha hecho algo deshonroso" (Vidas Paralelas, Plutarco, Pelopida 18).

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